al servicio de la comunidad

Obligado Rafael

Obligado Rafael

Nació en Buenos Aires en el seno de una tradicional familia. Fueron sus padres Luis Obligado Saavedra y María Ortiz Urien. Su infancia transcurrió en la estancia paterna La Independencia ubicada en la zona de la  Vuelta de Obligado.
     Cursó estudios en el Colegio Nacional y en la Facultad de Derecho de Buenos Aires en la que no llegó a recibirse.
     Desde su juventud se dedicó a la literatura, residiendo en Buenos Aires y viajando periódicamente a la Vuelta de Obligado. Participó activamente en la vida cultural de su tiempo, colaborando en la formación de la Academia Argentina de Letras y el Ateneo, entre otras instituciones. Rubén Darío en su Autobiografía recuerda afectuosamente los sábados literarios de la gran casona de la calle Charcas y el trato cordial dispensado por Obligado.
     Publicó su único libro Poesías en 1885, en una lujosa edición parisiense de Lajouane, cuyo buen gusto y elegancia elogiaron hasta notorios escritores europeos. En ese año se lanzó también una edición popular de la obra que mucho hizo por la enorme difusión que tuvo, principalmente, el Santos Vega.
     Contribuyó a la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires que posteriormente le otorgaría un doctorado Honoris Causa. Asimismo se lo nombró miembro de la Real Academia Española. Casado en 1886 con Isabel Gómez Langenheim, sus hijos Carlos y Jorge se dedicaron también a la poesía. Murió en 1920 en Mendoza, donde se encontraba por razones de salud.
     En la poesía de Rafael Obligado, a nuestro criterio, hay que diferenciar tres vertientes claramente definidas.
     En primer lugar aquella que hace mención a los valores nacionales, de la que son exponentes sus poemas Echeverría, El negro Falucho y la Mula Anima. El primero de ellos brinda los motivos  de su notorio nativismo ya que, aludiendo a La Cautiva, dice de la pampa : “Faltaba el alma a la extensión vacía...” puesto que aquella solitaria vastedad de la patria no había tenido aún quien la nombrara y reconociera como lo hiciera nuestro primer romántico. Y dice Obligado : “...todos sus himnos se juntaron/ y súbito estallaron/ en la lírica inmortal de Echeverría.” Y continúa el poema exaltando el papel innovador que cupo al poeta, tanto en nuestra literatura como en la formulación de un proyecto nacional. Muy conocido es su poema que recuerda al negro Falucho y su solitario heroísmo al defender hasta la muerte la enseña patria contra los sublevados del Callao. A la vez, en La Mula Ánima simboliza en un viejo soldado la gesta de aquellos hombres que, llevados por ideales de independencia, lucharon en cuanto frente se decidía la libertad americana.
     Otra es la vertiente evocativa, la más teñida de romanticismo, con el recuerdo y descripción del mundo querido y dichoso en que transcurrieron su infancia y juventud :  El hogar paterno, La pampa, Los horneros y muchas otras poesías son acabada muestra de su amor por la patria chica.
     Finalmente llegamos a su obra más extensa y difundida,  Santos Vega. El tema de esta obra ya había sido desarrollado, entre otros, por Bartolomé Mitre en un poema de su juventud y luego por Hilario Ascasubi en Santos Vega o los mellizos de la Flor, extenso poema en lengua gauchesca. El Santos Vega de Obligado, versión propia de la popular leyenda, abarca cuatro cantos de los que el tercero no se halla en su primera edición y fue agregado en 1887 para conferirle acento nacionalista, uniendo el destino del mítico payador a las luchas independentistas. Está escrito en lenguaje culto y en décimas octosilábicas. Sus numerosas y bien logradas imágenes nos muestran el profundo conocimiento del paisaje que poseía el autor, así como su vena poética, ya madura y depurada, que fluye natural y armoniosa a lo largo de la obra y que hace que el Santos Vega  sobrepase los trabajos anteriores de Obligado.

José Luis Toledo




Atrás